Catecismo de COVID Pregunta 4
por Douglas Wilson
P.4 En el tiempo de un pandemia y confusión. ¿Cuál es la primera tentación que debemos de preocuparnos por resistir?
Yo creo que la primera tentación que tenemos que decidir resistir es la tentación de caer en miedo. Esta es la razón por la que empezamos teniendo un claro entendimiento de quién es Dios – porque queremos temer a Dios, no temer a los microbios. Así que recuerda que Dios tiene absolutamente todo el control sobre todas las cosas incluyendo todos los eventos en el tiempo de una pandemia y gran confusión, y recuerda que Dios es bueno siempre, todo el tiempo. Esto te permite descansar en Él, y darle gracias por lo que está sucediendo.
Pero van a haber asaltos en tu estabilidad, y vas a ser tentado a caer en miedo. “¿Qué pasa si alguien a quien amas se contagia del virus? ¿Qué pasa si alguien a quien tú amas se muere a causa del virus? ¿Qué pasa si este ‘vete a tu casa por un tiempo’ no es temporal, y acabo perdiendo mi trabajo?” Estas son preguntas que pueden inundar tu mente, especialmente después de un largo día.
Pero, incidentalmente, y añadiendo algo, quiero urgir a todas ustedes, mujeres Cristianas en particular a poner atención en este punto. Ustedes son hijas de Sara, y Pedro dice, que si ustedes se sujetan a sus propios maridos, y no dan lugar a nada que pueda “aterrorizarlas” (1 Pedro 3:6 NBL). Y ustedes, esposos, tengan cuidado de proteger a sus esposas, afirmándolas en tiempos como éste. Generalmente se voltean las cosas, y los miedos y las ansiedades de las esposas empiezan a manejar las decisiones de sus esposos. Así que, ambos, esposos y esposas, necesitan en tiempos como éste la virtud llamada valor.
Pero es ahí en dónde generalmente cometemos un gran error. Sabemos que no debemos de ser temerosos y ansiosos, y también sabemos que debemos de ser pacientes y valientes, así que decidimos poner nuestra mente y corazón en una caja de acero para poder proteger la paz de Dios, que a veces la imaginamos como si fuera una lucecita pequeña y débil, casi apagándose muy, muy adentro de nuestros corazones. En realidad, pensamos que la paz de Dios es algo que debemos de proteger, y tratamos de atornillar con coraje y valor nuestros corazones para poder protegerla bien.
Pero es exactamente lo opuesto.
Noten como Pablo ordena las cosas cuándo nos dice que no debemos estar “ansiosos por nada”.
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. 4:6-7)
Aquí la paz de Dios no es aquello que nosotros protegemos con nuestro escudo de determinación. Al contrario, la determinación en nuestro corazón y nuestra mente están protegidas por la paz de Dios. La paz de Dios es un escudo fuerte; no es el cuerpo suave. Nosotros somos el cuerpo suave, y nosotros somos los que necesitamos esa protección.
Y noten, regresando a lo que dije en la pregunta 3, que la clave para tener este escudo en su lugar es la “oración y las súplicas”. Pero no solamente oración y súplica, porque es posible ser esa persona que aún de rodillas se preocupa. Dice Pedro, “oración y súplica con acción de gracias.”
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