Platicaba con unas amigas acerca de algunos precipicios que en 20 años de experiencia con la escuela en casa he visto a algunas familias caer y que a toda costa debemos evitar.

1. No hacerlo en serio y con todo.
Es fácil reconocer que educar a nuestros hijos es una tarea enorme, y por lo mismo, porque sabemos que es enorme, es fácil hacerla a un lado. Acabamos dándole a nuestros hijos cualquier cosa para trabajar, cualquier libro que llenar, cualquier cosa para dibujar. No tenemos un plan, ni ninguna estructura. Somos mediocres y los enseñamos a ser mediocres.
Tomar la responsabilidad de educar a nuestros hijos en el hogar debe de ser tomado en serio. Sí, tus días deben girar en torno a prepararte para darles a tus hijos la mejor educación bíblica y académica y luego hacerlo de todo corazón y muy bien. Una educación rigurosa que de verdad los prepare para salir y ser capaces de dar argumentos en favor de su fe y principios de vida es necesaria.
Llevar la casa y la escuela es trabajo de tiempo completo, no lo minimices. Es la educación de tus hijos la que está en juego.
2. Cambiar de método cada semestre.
La inconsistencia es terrible. Escoge un buen método y haz todo lo posible por quedarte con ese.
El primer año que hicimos escuela en casa, no conocía ningún otro método más el que una amiga me presentó. Lo tomamos y rápidamente me di cuenta que no era lo que quería. Ese año continuamos con ese método y mientras leí muchísimo sobre otros. Al siguiente curso escolar cambiamos de método (a método de educación clásica) y nos quedamos con ese los siguientes 12 años.
3. No estar bien preparada antes de empezar cada semana.
No tienes que saber todo, pero tienes que saber bien al menos el contenido de la semana que estás por empezar. Prepárate, estudia, planea, se excelente si quieres que tus hijos sean excelentes.
4. Ser independientes de nuestro esposo.
Es verdad que muchos esposos dejan que sus esposas sean las que investiguen sobre los diferentes métodos de escuela y las distintas maneras de organizar los días. Pero un error gravísimo es cuando la esposa no plática con su esposo antes de tomar una decisión final. Es importante que él sepa las opciones y al final sea el quién decida cuál se va a tomar. El esposo es la cabeza del hogar y de la escuela en casa.
Puedes planear tomarte un café con tu esposo una vez al mes y darle un reporte de lo que hicieron ese mes, de cómo va cada uno de tus hijos, de que cosas están funcionando y cuáles otras no, y déjate guiar por él, toma su consejo y sujétate a tu esposo en esta área también. Es una bendición enorme que detrás de todo lo que tú haces, de cada tarea, de cada plana, de cada libro, de cada página del libro de matemáticas, tus hijos vean la autoridad del papá presente.
5. No depender de Dios.
Como en todas las áreas de nuestra vida la rutina puede engañarnos haciéndonos creer que lo que estamos haciendo, lo podemos seguir haciendo bien por inercia.
Pero en un abrir y cerrar de ojos, la caída puede ser durísima y el recuperarnos puede costarnos mucho. No dejes de depender de Dios en cada minuto. Lee tu Biblia (mucho más que 1 cap. al día!) y ora cada día. Sin Dios, sin su bendición tu trabajo es en vano.
El Salmo 127 es de verdad uno que vale la pena meditar, y orar y considerar cada día.
Si el Señor no edifica la casa,
En vano trabajan los que la edifican;
Si el Señor no guarda la ciudad,
En vano vela la guardia.
Es en vano que se levanten de madrugada,
Que se acuesten tarde,
Que coman el pan de afanosa labor,
Pues Él da a Su amado aun mientras duerme.
Un don del Señor son los hijos,
Y recompensa es el fruto del vientre.
Como flechas en la mano del guerrero,
Así son los hijos tenidos en la juventud.
Bienaventurado el hombre que de ellos tiene llena su aljaba;
No será avergonzado
Cuando hable con sus enemigos en la puerta.
Bajo su Sol y por Su gracia,
Becky Pliego
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