Hoy continuamos hablando de la hospitalidad bíblica. En el primer post (léelo antes de continuar con éste) definimos la hospitalidad, hablamos de que es un mandato bíblico, y también mencionamos cuál es la meta de la hospitalidad bíblica. Ahora vamos a ver algunas cosas muy prácticas para animarte a vivirla.
Mi hermana Norma y yo pusimos esta lista juntas, ojalá que les sea de ayuda.
Cuando practicamos hospitalidad necesitamos dos lados, el anfitrión y el invitado.
¿Cómo te preparas para ser una buena anfitriona?
1. Antes que nada recordando que la hospitalidad no es acerca de ti. No es ni para presumir tus artes culinarios, ni tu casa (lo limpia o bonita que está). Ni para llamar la atención a ti misma diciendo cosas como, “Espero que les guste, porque no soy buena para la cocina” o “Espero que estén cómodos en este huevito de casa.” Recuerda, abrimos nuestra casa como una extensión de abrir nuestro corazón para apuntar a o otros a Cristo y no a nosotros.
2. Prepara tu corazón antes que tu casa. Puedes preguntarte, ¿evito la hospitalidad porque me molesta que ensucien mi casa? ¿Evito invitar a familias con niños porque me molesta su compañía? ¿Me importan más mis tapetes que mis amigos? Tengamos cuidado de que nuestra casa no sea nuestro ídolo que nos impide obedecer este mandato divino.
3. Ahora sí, busca ideas que se ajusten a tu tiempo, al gusto de tu familia y amigos, y a tu presupuesto. No siempre tienes que invitar a otros a una comida o una cena más elaborada. Puedes invitarlos a desayunar -a mi me encanta esa opción, es muy fácil y puede ser muy lucidora porque la fruta misma, por ejemplo, es muy lucidora. Puedes también invitar a varios amigos a una tarde de galletas (o diferentes postres) y café. Puedes organizar una comida sencilla de hot-dogs. Recuerda no estás tratando de impresionar a nadie, tu meta es abrir tu hogar para avanzar el Reino de Dios. Nuestra meta es mucho más grande que tratar de quedar bien. Nuestra meta es eterna. Sé considerada de las personas que tienen alergias reales y graves.
4. Planea con tu esposo cuáles días al mes pueden practicar hospitalidad y pónganlo en el calendario. Si eres soltera tienes la ventaja de que tú puedes tener más flexibilidad para ocuparte de la obra del Señor abriendo ti casa a otros (1Cor. 7:34). ¡No la desaproveches!
5. Haz una lista de personas a las que van a invitar y empieza a llamarlos ya. No olvides que no nada más se trata de invitar a tus mejores amigos (eso no cuesta ningún esfuerzo), si no a personas de la iglesia o de la comunidad (Cristianos y no Cristianos) a las que quieres conocer más y con las que quieres cultivar una relación para avanzar el Reino de Dios,
6. Empieza ya y empieza de una manera sencilla (para que no tardes en empezar la práctica de este mandato). Puedes empezar con sandwiches o bocadillos, o una pasta con salsa de tomate que es fácil de hacer y hace feliz a muchos. No empieces con algo complicado que te mantenga en la cocina todo el tiempo mientras tus vistas están esperándote en la sala. Recuerda, no es acerca de ti, es acerca de bendecir a tus visitas y los va a bendecir más tu compañía que una cena deliciosa pero estresante en la cuál apenas te apareciste (Prov. 15:17). El chiste de este punto es que no tardes en empezar. ¡Anímate a hacerlo este mismo fin de semana!
7. Cuando tengas un poquito de práctica (no esperes mucho!), invita a personas que normalmente no invitarías porque la idea de hacerlo te abruma. Por ejemplo, invita a tus pastores, invita al jefe de tu esposo, invita a los vecinos difíciles. Recuerda, no es acerca de ti, es acerca de crear oportunidades para avanzar el Evangelio.
8. Pide al Señor que te llene de su gozo y amor y palabras que edifiquen a otros para que puedas ser de bendición a tus visitas (1 Tes. 5:11-14 y 1 Pedro 4:8-9)
9. Si has tenido un día difícil y justo 15 minutos antes de que lleguen tus invitados discutes con tu esposo, pónte en paz con él ( o con tus hijos) porque de verdad te importa tener un hogar en paz para recibir a otros. (Ya sé esto es otro tema y más largo, pero aunque a veces vas a necesitar hablar las cosas, en el momento basta con decir “Te amo, ¿podemos estar en paz, en comunión y luego hablar de ésto?” O a veces -la mayoría de las veces podemos dejar que el amor cubra esas faltas que de verdad ni son pecados aunque nos irritan)
10. Alguien por ahí escribió que debemos de cultivar un ambiente que diga, “¡Ven pronto otra vez!” Así que, ¡Házlo y házlo con gozo como para el Señor y no para los hombres!
En nuestro siguiente post de la serie vamos a hablar de cómo nos preparamos para ser los huéspedes. Aquí los esperamos.
Bajo su sol y por su gracia,
Becky Pliego
Excelente serie, muchas gracias Becky, necesitaba algo así y me encanta lo práctico que abordas el tema.
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