
¿Qué pensamos cuando vemos a un carro manejando en el carril de las bicicletas? Seguro pensamos que no está haciendo lo correcto, y seguro no pensamos que la persona manejando el carro es más importante que el que maneja la bicicleta y que por eso puede hacer lo que quiera. Todos entendemos que ambos tienen diferentes carriles por dónde manejar y diferentes leyes que obedecer.
La biblia nos enseña que todo lo que Dios, en su soberanía hizo y lo hizo con un propósito.
Desgraciadamente después de la caída, vemos como la serpiente que era más astuta que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho, (Gn. 3) trató de engañar a la mujer (y al hombre que estaba con ella) y lo logró. Denigrando el mandato de Dios de no comer el fruto del árbol, a una simple opinión dónde ponía la Palabra de Dios al mismo nivel que la opinión de la serpiente (Satanás). La mujer en este momento trató de convertirse en el juez de lo que es bueno para ella o no.
¿Puedes ver cuál es el peligro de no tomar los mandatos de Dios como absolutos y poner la opinión del mundo como si tuvieran el mismo valor? Nos hace a nosotros un dios-juez que decide entre una “opinión y la otra”.
La Serpiente no ha cambiado en carácter. Sigue engañando porque es lo que sabe hacer desde el principio: cambiar roles. La Serpiente quiere hacer creer al hombre que él es soberano y que él puede decidir que está bien y qué está mal en vez de tomar lo que Dios dice como verdad absoluta. La Serpiente quiere hacernos creer que nosotros estamos sobre la Palabra de Dios y que podemos decidir qué partes podemos tomar como ciertas y qué otras no.
¿Qué nos enseña Dios desde el principio en el área de los roles del hombre y la mujer?
Vemos desde un principio que Adán estaba con Eva cuando ella fue tentada por la serpiente. Y si Eva fue tentada, ¿por qué Dios habla siempre de Adán como el culpable? – porque Adán era la cabeza y el representante legal de toda la humanidad, de todos los que nacieran después de él. Adán debió haberle dicho a la mujer: “¡NO! No comas de ese árbol que Dios nos ha prohibido.” Eva era su responsabilidad. Él estaba encargado de cuidarla, de protegerla, pero no hizo su trabajo. Y Eva cayó. Y así los dos, desobedeciendo el propósito por el cual fueron creados – ser la ayuda idónea y su cabeza cayeron en un gran pecado.
¿Recuerdas a Job y su esposa? Ella incitó a Job a maldecir a Dios y luego morirse. La respuesta de Job: “Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios”. (Job 3) La esposa de Job, no actuó como el papel que le dio el Señor – ayudadora de su esposo, sino como la Serpiente. Pero aquí vemos a Job, la exhorta a callar y la guía en el camino de la verdad.
¿Qué nos ha hecho pensar que esta palabra “ayuda idónea”, tiene menos valor que la de el hombre – cabeza/líder?
Recuerda, la serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho. Y con esa misma astucia, ha distorsionado los diferentes roles dentro del matrimonio. El hombre no quiere ser líder de su casa y en la iglesia, y la mujer quiere ser líder de su casa y la iglesia, y no ve ningún problema en llenar el espacio que existe “abandonado” por muchos hombres. Sin confiar en el Dios soberano que cambia corazones y que no va a depender de unos hombres para expandir Su reino, las mujeres continúan usurpando el orden jerárquico que Dios ha establecido. El trabajo del hogar es despreciado y no se habla más de tener hijos, pues se consideran una distracción o un freno al desarrollo de cada mujer o para el verdadero trabajo para Dios.
Y Satanás siendo muy astuto desde el principio, nos ha vendido la idea de que lo que Dios ha declarado en Su palabra, es debatible. Creemos que podemos decidir nosotros cuál es la mejor opción o cuál nos hace sentir mejor, más satisfechas, más realizadas. Y las mujeres, en vez de ser obedientes a la Palabra y aprender sujeción a lo que Dios dice y a sus propios maridos, continúan usurpando un lugar que no les corresponde y decidiendo que su propia opinión es más válida que la Ley del Rey Soberano.
¡Qué pena! Vivimos hoy con un Rey. Y aún con un Rey, la gente (incluso aquellos que se llaman cristianos, seguidores del Rey de reyes) vive como si no tuvieran uno y hacen lo que bien le parece cómo en los tiempos de los Jueces en Israel. Las mujeres Cristianas viven y adoptan ideologías feministas, humanistas o de la nueva era, como si no tuvieran leyes y mandatos y enseñanzas dadas por el Dios santo a que dicen adorar.
Pero hermanas, tenemos un Rey. Él ha hablado claramente en Su Palabra y nos ha dicho lo que es bueno y justo delante de Él. Nuestra opinión no está al mismo nivel que Su Palabra. Él es la autoridad, nosotras sus siervos. Nuestro rol no es el de juez sobre la Palabra. Él es el Juez. Nosotros no somos la autoridad. Él es el gran YO SOY. Cómo este hecho te haga sentir, es irrelevante. Si no te gusta, necesitas arrepentirte y pedirle que cambie tus deseos y que tu voluntad se ajuste a la de Él.
¿Qué tal si nos enfocamos a trabajar en la ardua tarea que tenemos por delante como mujeres amantes de Su Palabra, estudiosas, listas para aprender, refrenadas con nuestra lengua y castas en nuestra forma de actuar y de vestir, antes de tratar de adoptar roles que no nos han sido dados por Dios? ¿Tenemos la capacidad de hacer lo mismo que Dios ha está establecido para los roles de los hombres? Probablemente muchas mujeres sí, pero ése no es el punto. Esa es la pregunta equivocada. En vez de ver todas las cosas que “somos capaces de hacer y no podemos hacer” nos deberíamos enfocar en nuestro papel como mujeres cristianas y ver TODAS LAS COSAS a las que hemos sido llamadas, y que podemos servir al cuerpo de Cristo. Esto va a ser de gran bendición a nuestras familias y al cuerpo de Cristo.
Que Dios nos dé contentamiento y gozo para cumplir el papel para el cual fuimos creadas. Es ahí en dónde vamos a ver cómo nuestra vida va a dar más fruto.
Photo credit:Annie Spratt
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