Qué hermosa oportunidad nos ha dado Dios de poder tener a nuesros hijos en casa. Es un regalo inmerecido poder verlos cada día viviendo tiempos que solamente estos años de sus vidas van a vivir.
El tiempo para construir e inventar sueños, ilusiones, juegos, mundos que desearían que fueran reales es éste y me encanta asomarme y verlos allí.
Estoy aprendiendo a detenerme para disfrutar lo que hace que cada día sea especial. Nada sofisticado, simplemente el día a día…
Las delicias que Dios nos permite ver y vivir cada día.