“Y seré a ellos por Dios…” Hebreos 8:10
Esto es, a todos los redimidos de Dios, a su pueblo.
Yo seré…
el objeto de su adoración y confianza,
el objeto de su meditación,
la fuente de su felicidad.
El que sea nuestro DIOS– es más que el que sea nuestro amigo, ayudador o benefactor (las criaturas son eso para nosotros). Él quiere hacernos bien de acuerdo a su toda suficiencia; Él quiere bendecirnos como nadie nos puede bendecir.
El nos perdona — ¡y nos perdona como Dios!
El nos va a santificar — ¡y nos va a santificar como sólo Dios lo hace!
Él nos va a confortar — ¡Y confortar como nuestro Dios!
Él nos va a glorificar — ¡Cómo sólo Dios lo puede hacer!
Si Él es nuestro Dios– ¡Él es nuestro TODO!
¡Y todo lo suyo es nuestro! ¡Él es nuestra herencia, nuestra gloriosa herencia es Él y sólo Él!
Considera, cuando…
estés en peligro,
en la oscuridad,
en la tribulación,
en la tentación,
en tus deberes diarios, o
en la aflicción…
que Dios te será por Dios…
librándote,
iluminándote,
confortándote,
fortaleciéndote,
santificándote.
¡Qué el sea tu Dios! Busca en tu Dios todo lo que Él te ha prometido– ¡es todo lo que necesitas! Adora sus perfecciones Divinas, y regocíjate de que bendiciones son derramadas para que seas eternamente bienaventurado.
Vive para su gloria, camina por su Palabra –y Él se va a glorificar en tu bienestar presente y eterno. ¡Él se goza en hacerle bien a su pueblo, Él se deleita en bendecirlos!
Nota: En los 1800 una nota aclaratoria no hubiera sido necesaria, sin embargo en nuestros días, es necesario aclarar (a causa de la gran aceptación del llamado Evangelio de la Prosperidad) que los hombres piadosos, los padres de la iglesia, los Puritanos, los hombres y mujeres apegados al Cristianismo Bíblico e histórico, cuando se referían a ser bendecidos por Dios, no hablaban principalmente de los bienes materiales; en la gran mayoría de las veces, hablaban de las bendiciones espirituales que permiten al creyente vivir una vida de abundancia espiritual, de prosperidad espiritual en esta tierra para poder vivir victoriosamente sobre el pecado que nos acecha cada día. Ellos reconocían que la provisión de los bienes materiales viene de mano de Dios, pero su oración siempre era “No me des más, para que no peque contra ti”, y jamás se hubieran atrevido a “reclamar riquezas para vivir en abundancia” como hoy tristemente se enseña.