Mientras veía la tele con mi esposo la otra noche, en cada comercial que salía, note que lo que vendían, no era tanto el producto, sino una idea:
“Tú puedes escoger. ¡Puedes escoger porque lo mereces!”

Podemos escoger entre vida y muerte (con respecto al aborto), podemos escoger nuestra orientacion sexual, nuestro sexo, podemos escoger vernos mas jovenes, tener mejor cuerpo, el color de nuestro cabello, cuantos hijos queremos tener, escoger esposo, escoger quedarnos casados o divorciarnos, escoger iglesia, ¡escoger, escoger, escoger! y desgraciadamente, esta ideología de “escoger”, entró a la iglesia desde hace muchos años y por muchos años fue debatida (Calvino, Wesley, Arminius, y Poletmus, entre otros, abordaron el tema). Pero mucha de la gente que amaba el control más que a Dios, conservó esa manera de ver incluso con respecto a la salvación. Pronto se comenzó a enseñar que podemos, nosotros, siendo pecaminosos, escoger a ese Dios Santo o rechazarlo cuando queramos y podemos incluso convertir al Dios Santo en un mero recipiente de nuestros deseos, poniéndonos a nosotros mismos por encima de Su Soberanía y creer que podemos decirle a ese Dios Supremo “no gracias, no quiero ser salvo”, o ” OK, te acepto.”
Cada vez que Dios habla de la voluntad del hombre, Dios se refiere a ésta como esclava del pecado, incapaz de buscar a Dios, y siempre haciendo la voluntad del Diablo. Nada en nosotros por nosotros mismos jamás buscaría a Dios ni quisiera tener nada que ver con Él si no fuera por Su gracia para con nosotros, por abrir nuestros ojos cuando estabamos ciegos, por darnos arrepentimiento cuando estabamos MUERTOS (no enfermos) en nuestros delitos y pecados (Rom. 5:8-9). Por lo tanto, no podemos, como muertos, buscar a Dios. Y lo maravilloso es que aún, cuando yo estaba muerta en mis delitos y pecados, Él murio por mí y me dio vida SIN preguntarme, y simplemente me rescató. No fue hasta que mis ojos fueron abiertos que comencé a desear las cosas santas y mi corazón, que era de piedra e incapaz de abrir mis ojos por sí mismo, fue hecho de carne. Todo esto sin mi voluntad sino solamente la de Él…
Juan 1: 12- 13 dice,
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
¿Qué me merezco? Nada. Todo lo que tengo es extra mientras lo tenga a Él.
Dios, ¡ten misericordia de mi!
Proverbios 21:1
“Como los repartimientos de las aguas,
Así está el corazón del rey en la mano de Jehová;
A todo lo que quiere lo inclina”