“Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos;.” I Pedro 3:1-5
¡Oh qué las mujeres de hoy fueran temerosas de Dios! Que nos doliera ver ese pecado dentro de nosotras y quisieramos ser purgadas de pecado y de ese deseo de vanidad y romanticismo que no es real. Que las mujeres de hoy que se llaman Cristianas qusieran ser diferentes; que con nuestra forma de hablar y vivir hablaramos más fuerte que con nuestras palabras.
Oh! si tan sólo las mujeres de hoy se preocuparan por mortificar el pecado y no alimentarlo, si cuidaramos nuestras familias como una mamá osa… ¡incluso de nosotras mismas!
El hombre es atacado a través de los ojos todo el día, cada día; su batalla no tiene descanso (si es un verdadero Cristiano sabrá que está en una batalla), va a la iglesia y aun allí , delante del Señor, está rodeado de mujeres que se dicen creyentes y son tentados por ellas. Esas mujeres no tienen temor de Jehová, no se atavía como Pedro nos exhorta.
Tu esposo sabe el tesoro que tiene. Un tesoro para él y nadie más. Un tesoro que no es compartido con la fantasía de nadie. Su corazón confía en tí, su esposa y por eso él debe saber que tu no te vestirás para llamar la atención de ningún otro hombre. Imagina que alegría que cuando nos juntaramos con otros creyentes, no tendrías que preocuparte por si tu amiga traerá un escote muy bajo o su playera o vestido estarán muy pegados o muy cortos, sino que simplemente disfrutarás la convivencia entre creyentes cuidándonos unos a otros por amor y temor a Jesucristo.
¿Dónde está ese tono inequívoco que marcaba a las mujeres cristianas de tiempos pasados y que sacudía al mundo? Pidámosle a Dios que nos limpie y que perfeccione Su santidad en nosotras y que ponga Su temor en nuestros corazones, el cual desgraciadamente hemos cambiado por excusas. La mujer de estos días, está preocupada por los mismos afanes que la mujer impía. Sin ninguna diferencia. No hay batalla diaria, no hay mortificacion de pecado, no hay temor (real temor por la ira de Dios), no hay celo por las cosas santas.
Mujer que lees, si profesas ser cristiana, no traigas vergüenza al evangelio que profesas y vive como la Biblia demanda, batallando diariamente para renunciar al mundo y dejar a las generaciones que vienen un modeo a seguir.
Norma
Gracias por este post, relamente es un llamado a todas nosotras para meditar en el ejemplo que estamos siendo para la generación que nos sigue.
Te quiero mucho
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Bien dicho Norma.
Besos
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